EL CAIMAN DE PIEDRA
Después de varios meses en la arena, el
cascarón se rompió y salió a la luz el pequeño saurio, que a diferencia de sus
hermanos, ayudado por su madre se desplazó con singular soltura y rapidez hacia
el río, cuyas aguas marrones estaban deliciosamente calientes. Muy pronto se sumergió
en el agua y vio un animal parecido a el, pero varias veces más grande que él.
Al principio trató de ir a su encuentro, pero su instinto le indicó que se
alejara rápidamente de tan grande peligro.
Así fue creciendo lentamente alimentándose de
peces y pequeños roedores, siempre huyendo de otros animales que le perseguían para
convertirlo en su alimento. Hasta que un día se presentó la oportunidad de
cazar una pacarana, la cual tranquilamente tomaba agua en la orilla, con mucha
cautela se acercó sin ser visto y con un certero mordisco alcanzó a su presa, y
así con esta deliciosa experiencia, dejó un tanto los peces para dedicarse a
cazar mamíferos.
Por aquellos tiempos se presentó una fuerte
sequía en la región, el río fue disminuyendo su caudal, la tierra se agrietaba
implorando agua, las plantas pedían a gritos riego, los animales también estaban
sufriendo las consecuencias de tan terrible sequedad. La lucha por los
alimentos y agua se hacia cada vez más fuerte, muchos de ellos sucumbieron en
la lucha por su vida.
Para el joven caiman también se complicó la
existencia de sobremanera, ya que por una parte escaseaban los alimentos y por
otra los predadores más grandes como la boa yacumama y caimanes más viejos le
perseguían para devorarle.
En esta situación, un día mientras reposaba
en la orilla muy hambriento, se acerco un venado a la orilla, y el en su
desesperación por atrapar la presa, atacó antes de tiempo, con lo que apenas
pudo morder la pierna del hervívoro, y este escapó raudo hacia el cerro.
En ese momento con el olor de carne fresca
entre sus fauces, decidió perseguir a su presa que en ese momento le llevaba
ventaja, pero el estaba seguro que en algún momento caería por la herida que le
había propinado.
Con movimientos lentos y guiándose por su
olfato siguió a su presa durante mucho tiempo, y tan dedicado estaba a esta tarea que no se percató que se
había alejado mucho del agua, y allí en el bosque seco, en un ambiente extremadamente caliente y el
debilitado por la falta de alimento, agua y el gran esfuerzo realizado, no pudo
soportar más y su corazón dejo de latir.
La sequía continúo, el sol siguió abrazador
y el caimán se fue secando y se puso tan duro y con el paso del tiempo se
convirtió en piedra. Es por ello la gente que transita por el camino de Balsas
hacia Celendín, a 5 km del río Marañón, si observa con cuidado, ve una gran
roca y sobre ella está el caimán petrificado, que nos recuerda la sempiterna
lucha de las especies por la vida.
Carlos Vega Ocaña
Ascope, 29-11-2013
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