domingo, 12 de enero de 2014



La leona de Kumullka

Con singular aprecio para mis amigos Rainer Bussmann y su esposa Narel Paniagua, eminentes etnobotánicos, excelentes compañeros de ruta en largas jornadas recorriendo los andes, hermoso territorio del puma y bellas flores.

Recia, granítica montaña de imponente belleza que desafía al tiempo y al clima más hostil es Kumullka, testiga y actora del drama de la vida en el devenir de los tiempos. Tanto así que tiene vida propia, todos dicen que se enoja y le temen, pues cuando a ella se acercan irreverentes y desafiantes, se llena de neblina y oscurece, luego llueve torrencialmente, cae granizo, el viento sopla muy fuerte y el frío se hace insoportable para cualquier ser vivo.

Hace algunos años, después de un largo verano en la región, cierto día para sorpresa de todos, el horizonte se fue oscureciendo y una nube espesa cubrió a la mole gigante de Kumulka, a truenos y rayos  siguió una tempestad muy fuerte con mucho viento y agua a raudales.

Un par de cientos de metros más abajo otro drama, tenía lugar dentro de la choza del Mashe, un pastor que llevaba una semana buscando a la ternera “Pinta”, que no estaba por ningún lado, literalmente parecía que la tierra se la había tragado. Con esta ya eran cuatro reses, las que desaparecieron durante este último mes, la verdad es que ya no sabia que hacer.  Sumido en sus preocupaciones, decidió fumar un poco de tabaco y mascar coca.

Desgracia, mal presagio pensó, después de sentir que el bolo de coca que chacchaba, amargaba. - Ahora sí estaba seguro que yá nunca volvería a ver a la “Pinta”, la más promisoria ternera del rebaño-. Su tristeza era tan grande que un par de gruesas lagrimas, rodaron por su tez cobriza, curtida por el viento, el frío y sol de la montaña.

Dos meses antes, el Mashe hablaba con sus vecinos de Quinahuayco y comentaba “el verano está fuerte, de seguir así este año no se logran las cosechas, los animales  enflacan por falta de pasto y se mueren de sed, hay que empezar a quemar los pajonales, no nos queda de otra”.  Entonces su compadre Lorenzo, el hombre más respetado del pueblo, dijo: “Quemar no soluciona nada más bien empeora todo, al quemarse los pajonales, mueren muchas plantas y animalitos, los cuales nos ayudan a combatir las plagas, polinizan nuestros cultivos, nos alimentan y curan. Además, las rocas se aflojan y con las lluvias, los derrumbes y huaycos ponen en riesgo a nuestros sembríos, casas y familia. Realmente no estoy de acuerdo con quemar el pastizal, creo que es una pésima costumbre, que debemos desterrar de nuestras vidas, para el bien de todos”

Sin embargo el Mashe pese a la advertencia, inició la destrucción, con un pequeño  palito de fósforo, prendió una planta, luego el viento se encargo del resto, durante una semana las llamas fueron devorando pampas y montañas, dejando la tierra negra y muy triste.

Al sentir que el fuego se acercaba a donde estaba, una leona joven y primeriza fue corriendo a su refugio, una caverna natural de dos metros de altura y más de veinte de profundidad, allí la esperaban sus dos pequeños cachorritos hambrientos de pocos meses de nacidos.

Cuando el fuego amainó, la leona salió a buscar alimentos y solo encontró tierra quemada. Los venados, conejos y vizcachas que eran su alimento predilecto habían desaparecido u emigrado a otro lugar con el incendio.

La felina después de caminar mucho, vió un grupo de reses que pastaban en la inverna del Mashe, sin pensar en el tamaño, que la superaban ampliamente, atacó con singular fiereza a un pequeño torete, el cual fue presa fácil, y con alguna dificultad  la arrastró hasta su guarida, lugar donde tuvo alimento por varios días.

Después de está res siguieron otras dos un poco más grandes, hasta que finalmente se animó por la “Pinta” la más linda ternera del rebaño del Mashe. Total el hambre apremia y no tenía otra solución, ya que los campos seguían secos sin nada para comer.

Lo de la “Pinta” fue un verdadero festín que fue saboreando de a pocos, llevó a su  presa al fondo de la caverna y de allí iba comiendo lo necesario para seguir amamantando a sus cachorros que ahora crecían rápidamente y estaban tan fuertes que hasta que se animaban acompañarla en sus correrías nocturnas, desde luego cuidando de no alejarse mucho del refugio.

Después de esta tempestad de inicios de octubre, llamado el cordonazo de San Francisco, las lluvias arreciaron mucho llovió tanto durante varios meses, que la gente apenas podía salir de sus casas y la vegetación creció rápidamente, y lo hervíboros volvieron a reproducirse, crecer y alimentarse del verde pasto y con ellos los carnívoros, tuvieron alimento para saciar su hambre.

Ahora la leona no tenía la necesidad de atacar al rebaño de reses, le bastaba con el alimento que abundaba en el pajonal altoandino.

Colorario:
El Mashe nunca se percató de que él mismo había sido el causante directo de su desgracia, y después de mucho tiempo, un día que fue a buscar “amargón”, para curar a su mujer que estaba enferma del hígado, arriba en la montaña se encontró con la madriguera de la leona llena de huesos del ganado que se le había perdido.

Para este momento la leona estaba muy lejos, se había internado en el bosque de la Encañada al otro lado de la montaña, donde había más comida  y su par de crías también fueron con ella hasta que crecieron y fueron en busca de su propio destino. Y la vida siguió su curso.

Carlos Vega Ocaña

Púsac, 16-11-2013




Kumullka 
Extraordinaria montaña de los Andes norte de Perú, en la provincia de Bolívar, Región La Libertad. 




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